Angie y Hans están en Manhattan; no tenemos forma de comunicarnos con ellos así que no los incluimos en nuestro plan de salir a explorar la esceNYa, sin embargo, cuando nos metemos a la estación del metro en Wall Street, ahí están los dos muriéndose de frío. Increible coincidencia. Nos vamos a tomarnos un chocolate caliente a Union Square.
En el centro del espacio una caja de madera (conocida como “soap box” en el slang teatral) a la que aparentemente suben una veintena de actores/hologramas a compartir extractos de su cosmovisión en forma de pequeños monólogos.
El efecto de holograma se logra proyectando la imagen sobre un cristal inclinado con una considerable separación del telón de fondo negro; los personajes parecen ir subiendo uno a uno a la caja a compartir directamente sus preocupaciones, frustraciones, puntos de vista sobre el estado de la cultura, la humanidad, el país, la ciudad, etc.
Aunque no se usa una tecnología muy avanzada, el efecto de la tercera dimensión se logra bastante bien.
Si somos estrictos, evidentemente eso no es teatro; dieron la tercera llamada, se apagaron las luces y en algún lugar de la cabina, alguien presionó play a un video que duró 60 minutos, el público aplaudió, se fue y ya está.
Eso es lo que pasó, pero describir así la experiencia sería injusto.
¿Qué lo hacía diferente a una simple proyección de video? El hecho de no tener ningún elemento adicional, ningún recurso extra de los medios audiovisuales que no fuera capturar y proyectar la imagen de los actores, que la experiencia fuera en un espacio teatral… no lo sé exactamente.
Sí hacías un esfuerzo grande y entrecerrabas los ojos, podías imaginar que en realidad era un actor el que te estaba hablando, pero decir que podías identificarte o sentirte conmovido por un actor-fantasma sería ir demasiado lejos, el hecho de que la mayoría de los monólogos parecieran ser directamente leídos de un teleprompter dichos en medio tono con muy poca o nula emotividad, no ayudaba.
Opino que aun si hubieran sido actores de carne y hueso sería difícil llamar teatro a la experiencia pues el drama como tal era casi inexistente. Con actores de carne y hueso eso encajaría en un festival de la palabra o en una sesión de terapia de grupo; pero no seamos puristas...
El New York Times pone en su crítica:
“Lo que es novedoso y quizá provocativo es la noción de que el teatro puede ocurrir sin la participación directa de personas en escena. Artistas han incorporado actores en video en el teatro desde hace muchos años, de muchas maneras diferentes, pero generalmente hay algún alguna presencia humana, aquí el público es la única. Ads recuerda a una video instalación en un museo de arte moderno más que un montaje tradicional, pero nos sugiere que se pueden crear, piezas humanas , piezas efectivas de teatro sin la presencia real de los humanos”
No se si la intención del montaje era demostrar que sí se puede hacer un teatro sin actores o simplemente poner sobre la mesa la discusión, tal vez ninguna de las dos anteriores y el discurso de la obra está puesto en la boca de la actriz virtual que paradójicamente dice en su monólogo:
Cuando preferimos la tecnología, face book, you tube , etc. a la comunicación directa, al contacto humano real, lo que sucede es que nos volvemos seres sin rostro, sin cuerpo…
No me arrepiento de haber ido pero tampoco puedo decirle a Angie cuando el azar nos vuelva a juntar: “No sabes de lo que te perdiste, teatro sin actores, ponte a temblar, nuestra profesión está en peligro, pronto no seremos necesarios”
1 comentario:
Pagaste el boleto de entrada con dinero virtual, verdad?
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